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se habrían jalado también al españoL y la capital! 8 ilchic erwodaj la costa c incluso más lejos, Erque allí st^Hal para travesías largas. La pista que seguíamos conducía allí ÜLW 1ft{f/Ac^ mino bueno, bastaba con continuar así MKs yl tres noches. Pregunté a aqudL^yañol si no conocl^pord^uali-^ dad alguna buena medicina jB^j^na para curarme el delirio. La cabeza me atormentaba at blar de esos mejun préndcntemcnj£ utilizar en disposició ra „.crijoiS >unto ■I. I orratfc^j^^ruso, (, del Bo/ctitfíJe ^s/vndf^xprctain, exactamente igual que ¡Álen Hacía tres años que vivía allí, rqanlas y |ii liinhi y como una csj staba mucho cx< y tenía a su de ejemplares \ cspadol, fuyrte negro aque ba de bre^pa^ beada^ que _p ñutos. LtC 4 i uní firma La- rsu icnos mi- pucí en lo llegamos, , me pu IBÍPara San Tapeta, no rxxlí cieno, había que seguir todo recto. pero de una cosa estoy seguro, y es que, nada nfas iflptr» me ptfl sicron en manos de urxffip^tan c hochoT me pareció, que de notarlo a mi lado sentí una especie de ánimo comparativo. No por mucho tiempo. La ciudad de San Tapeta sq alzaba en el flanco dc_uflAjCQ£¿ > lusto enfrente del mar, y era de un yrr^e. que había que verlo para creerlo. Ün espectáculo magnífico, seguramente, visto de la ensenada, abo suntuoso, de lejos, pero de cerca sólo nes cxhausl de pÚMulsul queft; _ bían atrav< car- ------c* (K-dirsc de los. Había Por lo por lo vist< che a partir que habían dist racen clcjiisanas. las protun< cal>ccera, gr var en conv» me agotaba Estaba t poco lo que cura. No m< líos jardines bía, eso segu plia caldera i unos árboles parecían lech de cardillos, hermoso casti dos al conjun de un macizo Por los ol cosas. Todas porque, la vcr Africa, noche más .difícil peí nasjl^íf^ Pasó oonf l egó un mom<
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